Estambul. Día 2/6

¡Hola viajeros! Vamos con el segundo día en Estambul.

Nada más despertarnos, en el hotel nos estaba esperando uno de los magníficos desayunos que tomamos esos días, con comida típica turca. Nos orientamos con el mapa para ordenar las visitas que tocaban ese día y salimos a la calle. Ya en la calle, vivimos el caos del tráfico en el centro, y eso que eramos peatones! Daba igual por donde fueses, te podía atropellar un coche, una moto cargada de bidones de agua o un hombre con un carro lleno de bolsas. Finalmente conseguimos llegar al acueducto de Valente.


Parecía mentira, acabábamos de salir y ya estábamos muertos de calor, había muchísima humedad. Pero había que continuar y por suerte nos perdimos y entramos accidentalmente en una mezquita, que no era la que buscábamos y la verdad que nos impresionó para bien, la paz, y lo limpia que estaba, era la mezquita de Shezade. La entrada era libre, y había que cubrirse los brazos, piernas y cabeza (en el caso de las mujeres), como en todas las mezquitas que visitaríamos posteriormente. Las más conocidas tienen ropa que te prestan para poder entrar.






Después de salir impresionados de ver nuestra primera mezquita en Estambul, volvimos por nuestros pasos y pasamos de atajos que nos llevaban a calles no muy apetecibles y donde éramos blanco de miradas extrañas.
Así, llegamos al objetivo al que íbamos anteriormente, a la imponente mezquita de Suleymaniye, una mezquita subida en una colina desde donde hay unas vistas impresionantes a todo el Cuerno de Oro, desde dónde se aprecia la parte Asiática, y la parte moderna de Turquía junto con todo el tráfico marítimo. Una vez dentro (también de entrada gratuita), nos quedamos en los escasos metros dónde dejan estar a los turistas pero más que suficientes para apreciar las vidrieras, sus cúpulas y los huevos de avestruz que tienen entre las lámparas para ahuyentar a las arañas, dicen.












Desde allí bajamos dirección al Cuerno de Oro callejeando por sus miles de puestos callejeros en busca de la mezquita de Rustem Pasa, pero no la encontramos y fuimos hasta el Bazar de las Especias (también conocido como bazar Egipcio, entrada gratuita) y allí nos impresionamos de como todos nuestros sentidos se activaban y no dejaban de trabajar con tantos colores, olores, muestras de comida que daban y el poco ruido que se escuchaba.




Después de todo lo que habíamos recorrido en tan poco tiempo y viendo que nos cundía enormemente el tiempo, fuimos camino a la Plaza Beyazit para bajar a continuación por Divan Yolu encontrándonos una pequeñísima y fresca mezquita dónde pudimos ver como un imán enseñaba a un niño las oraciones. Seguimos calle abajo hasta que llegamos al restaurante Cozy III para comer, aquí nos cogimos Chicken fried fries, Raviolis turcos junto con una cerveza y agua por 120 Liras.



Con las pilas recargadas fuimos a visitar las frescas cisternas de la basílica, dónde una vez que nuestros ojos se acostumbraron a la oscuridad, nos maravillamos de esa construcción de todas esas columnas y vimos los capiteles de Medusa. La entrada cuesta 20 liras.





Ya fuera, nos dirigimos a la Mezquita Azul o Sultanahmet (entrada gratuita), la cual da nombre a la plaza donde se encuentra situada junto con las tumbas de los sultanes. La verdad que para lo impresionante que es por fuera, por dentro nos defraudó un poco.



















Después atravesamos la plaza y llegamos a AyaSofía. Esta en cambio sí que nos sorprendió gratamente. Es una mezquita que inicialmente fue una iglesia bizantina, para después convertirse en mezquita y dónde ahora conviven los restos de una iglesia cristiana junto con una musulmana. Es una mezquita con contrastes de colores, enormemente grande, con una vistas a través de sus ventanas preciosas tanto a la Mezquita Azul como al Bósforo. La entrada cuesta 40 liras.





























Una vez fuera y maravillados, fuimos en busca de la Mezquita de Sokullu, donde por suerte, escuchamos la llamada a la oración en directo y pudimos ver una de sus oraciones sin turistas (menos nosotros). Nos resultó curioso ver a personas de todos los tipos que llegaban, se descalzaban y se tumbaban en las alfombras hasta que comenzaba la oración, poniéndose en fila para comenzar a rezar.















Una vez que terminó, nos dirigimos al paseo marítimo, donde nos arrepentimos de no llevar bañador en esos momentos al ver a unas 20 personas saltando al mar para refrescarse. Seguimos todo el paseo dirección al Cuerno de Oro hasta que vimos a un grupo de pescadores y nos dirigimos a observarlos. Pudimos observar una curiosa costumbre suya: para qué tirar la caña una vez y que un pez muerda un anzuelo y volver a recoger, si puedes poner 5 o 6 anzuelos y adelantar así el trabajo!!??


Cansados de caminar, vimos que cerca estaba el parque de Guhmere, dónde descansamos para recomponernos. Después seguimos hasta que llegamos cerca de la plaza de Sultanahmet de nuevo y nos cogimos uno de sus fabulosos helados. Ya de por sí es un espectáculo ver como te lo preparan y cual trileros no dejan de engañarte para que lo cojas, te lo quitan o te dan solo la bola o el cucurucho sin que te des cuenta, y todo con una sonrisa de oreja a oreja. Y el helado en sí, delicioso, no sabemos como lo harán pero son cremosísimos y muy muy dulces.

Ya nos rugían las tripas y fuimos a cenar a Semazén Café, un restaurante de Kebabs dónde nos cogimos 1 Dürum, 1 Dürum wrap, 1 ración de patatas, 1 cocacola y 1 botella de agua, todo por 59 liras turcas, 8 euros en total

De allí nos fuimos directos al hotel, donde nos ofrecieron para refrescarnos una sandía, café y té turco y botellas de agua, todo gratuito, y después de todo el día caminando, con calor y muchos contrastes culturales, caímos fritos en la cama.

Aquí os dejamos un enlace al vídeo!

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