Oporto y Aveiro

¡Hola viajeros!

Hoy Despegamos en una escapada de fin de semana entre semana a tierras Portuguesas.
Oporto es una ciudad llena de contrastes: Riqueza-Pobreza, Piedra-Azulejos, Subidas-Bajadas.
Así que aprovechando unos días libres decidimos irnos para allí.

Después de comer, nos montamos en el coche rumbo a Barcelona para coger nuestro vuelo. Fuimos con bastante antelación aunque no tuviéramos que facturar maletas, ya que la última vez que fuimos a un aeropuerto tuvimos un pequeño susto... lo veréis próximamente en nuestra entrada sobre Praga y Budapest.

Una vez llegamos al aeropuerto, aparcamos en la terminal corporativa (cerca de la T2). Entramos al aeropuerto y pasamos por seguridad. Sin embargo, las máquinas no aceptaban nuestros billetes. ¿Y qué pasaba? Pues que como siempre salimos de la T2, dimos por supuesto que esta vez también iba a ser así y fuimos allí directos... Pues no, nuestro vuelo salía de la T1. ¡Menos mal que íbamos con tiempo! Salimos de la terminal y cogimos el autobús lanzadera que nos llevaba a nuestra terminal. Una vez allí, nos montamos en el avión y llegamos a Oporto a las 21:20h.


DÍA 1
Desde el aeropuerto cogimos el metro (que estaba allí mismo). Sacamos un billete de cuatro zonas Z4 con parada en Trindade. El trayecto duraba una media hora y valía 2.60€ contando 50 céntimos de la tarjeta andante, la cual hay que comprar por narices.

Nada más salir del metro nos encontramos con la maravillosa Oporto. Era de noche, olía a humedad y había cientos de gaviotas volando sobre nuestras cabezas, y unas fachadas viejas, coloridas e iluminadas con una tenue luz naranja. ¡Nos encantó!

De allí nos fuimos directos a la Plaza de la Ribeira a cenar, y empezamos a ver las callejuelas y sus pendientes. Al llegar a la plaza vimos las típicas cabinas de teléfono rojas de Londres y no pudimos resistirnos a hacernos la foto.
Las vistas desde esta plaza eran una pasada. Teníamos enfrente el río Douro, y al otro lado Vila Nova de Gaia. Podíamos ver todas sus famosas bodegas iluminadas y el Monasterio da Serra do Pilar.



No podíamos dejar de disfrutar de sus vistas, así que nos paramos a cenar en la terraza de la Cervecería Casa de Olinda. Eran casi las 23h de la noche y estaba lleno de españoles. Como no, queríamos seguir empapándonos de Oporto, y nos pedimos una de sus comidas típicas: francesinha. Es un sándwich relleno de jamón, salchichas, ternera y bacon, recubierto con lonchas de queso, y bañado en una salsa de tomate y cerveza. Además suele venir acompañado de patatas fritas. Dos francesinhas, una botella de agua y una jarra de cerveza nos costó 22.30€.


Una vez llenos y satisfechos, empezamos a subir y a sufrir las "maravillosas" cuestas de Oporto, cogimos el metro, y fuimos a dormir al hotel, que el día había sido muy largo...


DÍA 2
Tras recuperar fuerzas y un buen desayuno, nos fuimos dispuestos a aprovechar al máximo el día en Oporto. Empezamos dando un paseo por la Rua Santa Catarina para empezar a ver cosas, ya que preferimos movernos andando para empaparnos lo máximo posible de las ciudades a las que viajamos.


Nuestra primera parada fue a ver la Capilla de las Almas. Y empezamos a ver algo que se nos haría muy familiar estos días ¡azulejos! Toda su fachada estaba recubierta de ellos.


Después seguimos nuestro paseo y nos cruzamos con el famoso Café Majestic. Las cosas como son, es un sitio de mucho lujo, y sus precios también, así que no íbamos a pagar 3.5€ por un café. No es nuestro estilo y seguimos adelante.

Empezamos la primera visita con la Iglesia de San Idelfonso, la cual también estaba recubierta de azulejos. Su entrada es gratuita.



De allí fuimos a la Plaza de la Libertad, donde hay una estatua del rey Pedro IV. Comunica con la Avenida de los Aliados, donde está el ayuntamiento de fondo. Como curiosidad, hay un McDonals en un edificio modernista que merece la pena verlo, hay un águila imperial presidiéndolo.



A continuación, visitamos la estación de tren de Sao Bento. Aunque no vayas a coger un tren, merece la pena entrar a verla. Está cubierta (como no) de azulejos, que cuentan la historia de Portugal.





Seguimos andando, y a 3 minutos nos encontramos con la Sé (catedral de Oporto). Desde allí había unas vistas curiosas, donde se podía disfrutar de sus edificios con tejados anaranjados, fachadas coloridas y de los contrastes de edificios viejos, con ventanas rotas y otros al fondo totalmente diferentes. La catedral por dentro es preciosa, tiene un claustro pequeño pero con un piso superior para poderla ver mejor (3€). Al salir de la catedral por la parte posterior, enfrente se encuentra el Terreiro da Se y a un lado, el Palacio del Obispo.











Bajando las escaleras de esa misma plaza, llegamos a la muralla de Oporto, que comunica con la parte superior del Puente de Dom Luis. Las vistas son increíbles. Al cruzar el puente se llega a Vila Nova de Gaia, que es la ciudad que se encuentra enfrente de Oporto. Desde su Jardín do Morro se puede ver Oporto muy bien. Si seguimos subiendo, llegamos hasta el Monasterio da Serra do Pilar (dónde también hay muy buenas vistas del río Douro y sus puentes).











Empezamos a bajar y callejear por Vila Nova de Gaia hasta que llegamos a la ribera del Douro, la zona donde se encuentran las bodegas. Nos dejamos perder por sus puestecillos de artesanía mientras caminábamos al lado del río, y bajamos a ver los Rabelos, embarcaciones donde anteriormente se transportaba el vino de Oporto (dato curioso: el vino de Oporto lo crearon los ingleses).





Ya era hora de comer y teníamos bastante hambre, así que después de buscar un poco, como hacía un día soleado y caluroso, nos sentamos en una terracita de un restaurante con muy buena pinta sin importarnos mucho lo que nos íbamos a gastar, ¡merecía la pena por ese momento! Se llamaba Beira Río y nos dimos un buen festín: un picoteo de olivas y paté de atún (en la mayoría de los restaurantes te lo sirven, si lo consumes hay que pagarlo, sino puedes decir que te lo retiren), alheria (embutido típico portugués parecido a un chorizo picante), bacalao a la brasa, un filete de ternera con arroz, huevo frito y patatas, vino tinto,  y un café, todo por 55€ que pagamos muy a gusto disfrutando de la comida al sol y a la orilla de la ría.




Después de comer íbamos a ir a visitar una bodega, pero los precios que habíamos visto por internet para nada se correspondían con la realidad. Habíamos visto que una cata de dos o tres vinos costaba una media de 5€, pero en todas nos pedían un mínimo de 12€... así que lo dejamos pasar.

Cruzamos por el Puente de Dom Luis de nuevo a Oporto, parándonos a ver como un zagal saltaba al río desde el puente, pero antes un amigo suyo tenía que recolectar a modo de limosna 20 €.

Llegamos a la zona en la que estuvimos el día anterior cenando, la Plaza de la Ribera, y dimos un paseo por toda la Ribeira. Hacía un día precioso y la temperatura era buenísima, así que nos sentamos en la orilla para disfrutar de un músico callejero con su guitarra que cantaba desde música en inglés hasta fados. Y es que Oporto está lleno de músicos callejeros que le dan un ambiente único.







Después, como nos habíamos quedado con ganas de una cata de vinos, habíamos leído que en el museo del vino también hacían, así que fuimos para allá. Después de una buena caminata, vimos que estaba cerrado... Por suerte, por esa zona había monumentos que teníamos pendientes de ver. Así, lo siguiente que visitamos fue la Iglesia de San Francisco. La entrada son 6€, y puedes ver la iglesia, sus catacumbas, y el museo.









Cogimos la Rua das flores, una calle llena de cafés artísticos y con algunos artistas callejeros. Dirección a la Iglesia y torre de los Clérigos, pasamos delante de una plaza donde se encontraban las típicas letras de "Porto". Entramos a ver la iglesia, donde puedes rodearla y verla desde diferentes alturas por dentro. También subimos a su torre, con casi 200 escalones. Las vistas merecen la pena. No es apta para claustrofóbicos, ya que hay sitios en los que se estrecha muchísimo y no se pueden cruzar dos personas. La entrada a los dos sitios cuesta 5€.









De allí fuimos a la librería Lello e Irmao, una librería preciosa en la que hay una escalera que dicen que J. K. Rowling (autora de Harry Potter) se inspiró en ella para crear la escalera de Hogwarts, ya que vivió una temporada en Oporto. Estaba llenísima de gente y no se podía disfrutar mucho. La entrada se compra al lado en la otra librería (que también merece una visita) y vale 4€, que si compras algo se descuenta el precio de la entrada.









Después pasamos por la plaza de Gómez Teixeira, dónde paramos a descansar y contemplar las vistas de la iglesia del Carmen. Nos asomamos a ver la plaza de Carlos Alberto y ya decidimos buscar un sitio para cenar.





Nos había encantado la zona de la Ribeira, así que volvimos a bajar hasta ella y fuimos a cenar a un restaurante italiano a Vila Nova de Gaia, llamado S. Martino Francelos. Nos pedimos una pizza, pasta y una botella de vino y nos costó unos 30€. La comida estaba buenísima y la atención un 10, la camarera era súper simpática y nos dio muy buenos consejos.



DÍA 3
El día empezaba nublado y lloviendo y no sabíamos la que se nos venía encima... Habíamos visto que para alquilar un coche, lo  mejor era ir al aeropuerto y alquilarlo desde allí, así que es lo que hicimos.  Después de 30 minutos en metro y hablar con varias agencias, acabamos contratando un coche con la empresa Sixt. Nos costó 34€ (más la gasolina consumida para dejar el depósito lleno antes de devolverlo, más 3'55€ de peaje). Nos dejaron un Clio nuevo, y tuvimos que dejar 300€ en depósito (que nos devolvieron 6 días después).

Primero nos fuimos al sitio más lejano que pensábamos visitar. 1 hora y 10 minutos después llegábamos a la playa de Aveiro, Costa Nova. Seguía lloviendo a mares, pero aún así pudimos disfrutar un poco de sus preciosas casitas de colores.







Después pusimos rumbo a Aveiro y aún se puso a llover con más fuerza. Hicimos una visita un poco exprés de la ciudad, ya que no se podía apenas andar por la calle con la que estaba cayendo. Aparcamos en la Avenida 25 de abril de manera gratuita, ya que casi toda la zona del centro era de pago. Vimos el barrio de Beira Mar, que es donde están los famosos canales y los Moliceiros. Fuimos a una pastelería a probar los Ovos Moles, que son un dulce típico de la ciudad, aunque no nos gustaron mucho. Después vimos el museo de Arte Nova y de allí a buscar un sitio para comer.











Después de buscar entre varios restaurantes con pinta de carillos, acabamos en la hamburguesería Porta 35. Es un local muy bien ambientado y las hamburguesas no son las típicas, y están muy buenas. Eso sí, si vienes con hambre como nosotros, se te quedan pequeñas, Por dos hamburguesas con patatas, una cocacola y una botella de agua, pagamos unos 20€.



De ahí nos fuimos a ver la catedral (entrada gratuita), y la plaza de la República. No estiramos más la visita porque hacía un día horrible, aunque nos quedamos con ganas de disfrutarlo mucho más.







Después pusimos rumbo a la playa de Miramar en Vila Nova de Gaia, donde paramos a ver una preciosa capilla que se encuentra en plena playa. Se llama la Capela do Senhor da Pedra, y aunque estaba cerrada, el entorno es precioso, las fotos hablan por si mismas ¿no?





Para finalizar el viaje, nos dirigimos de nuevo a Oporto a ver el punto donde desemboca el Duero en el Atlántico. El lugar se llama Foz do Douro y merece la pena acercarse a verlo. Además, hay un castillo que se puede visitar, el Castelo do Queijo.









Y ya desde aquí, pusimos rumbo al aeropuerto a dejar el coche y a subir a nuestro avión de regreso a casa.

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A seguir viajando!!

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